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A la memoria de Narciso Valencia

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“…tres de nuestros amigos del sur andino estaban de retorno a Perú de un encuentro de Teología Andina en Bolivia. Se trataba de Narciso, Alejo Choque Chipana (de Zepita) y Claudio Ticona (de Santiago de Pupuja). El bus en que viajaban se accidentó con un trailer de cargo pesado alrededor de las 4:30 pm ayer en el sitio conocido como Huaraya, entre Guaqui y Tiahuanaco.”[1]

Hoy el Pueblo Aymara y la Iglesia del Sur Andino están de duelo por la pérdida de un gran Jilata, el hermano Narciso Valencia ha muerto.

Narciso representaba a la Iglesia de los pobres, era un defensor de la Iglesia Sur Andina. Bañado de la Teología de la Liberación y como buen aymara y buen discípulo de Domingo Llanque[2],  auscultó el mundo andino y contribuyó significativamente a la Teología Andina. Era un seguidor de Cristo en los Andes, un andino hecho carne, aquel que persistía en construir otro mundo posible, pese a las contracorrientes neo-ultra-conservadoras de la Iglesia Institucional presente en el Sur Andino desde hace más de una década.

Narciso Valencia, aún joven sacerdote aymara y diocesano de la Prelatura de Juli, era para muchos el “último mohicano” frente a la avasalladora maquinaria del Opus Dei y por su humildad, sencillez y sabiduría andina el próximo primer obispo aymara del Sur Andino.

Antes de este hecho pensé dedicarle estas líneas a cómo la iglesia institucional conservadora presente en la región de Puno, y en la mayoría del país colaboraba con su gran-dote a la corrupción, al desgobierno, a la exclusión, y al culto del señor dinero.

Pero en memoria a Narciso Valencia y otros tantos laicos, sacerdotes y obispos que nacieron e hicieron una iglesia del Pueblo y para el Pueblo, quiero recordar tres ejes fundamentales que fueron parte de la pastoral social que contribuyó a que pueblos aymaras y quechuas conozcan y defiendan sus derechos, y que en la esperanza de otro mundo posible sean nuevamente una realidad en estos tiempos de cambio desde Vaticano con Francisco I.

Una Iglesia Sur Andina comprometida con la democracia de su pueblo. Recuerdo cuando se crearon las Mesas de concertación para la lucha contra la pobreza (MCLCP), allá en el 2002, muchos laicos y sacerdotes lideraron estos procesos de planificación y concertación. Recuerdo a Narciso estar en la MCLCP de Ilave luego del asesinato del alcalde Robles el año 2004, liderando la recuperación de la paz y el desarrollo de su pueblo, fue tal su compromiso que incluso ofrecía los ambientes de la parroquia para las reuniones de la MCLCP, pero además para la realización de los debates electorales que se transmitían por las radios locales. Hoy esa dinámica se ha perdido porque para los Opus dei, eso es hacer política, y si fuera así que bueno, porque era la presencia de la ética en la política, cosa que actualmente no existe, tanto así que las MCLCP hoy se han convertido por su dinámica en una ONG más, perdiendo en absoluto esa dimensión política que tenía al proponer y denunciar.

Una Iglesia Sur Andina leyendo constantemente los nuevos signos en los nuevos tiempos. Recuerdo las famosas asambleas prelaturales y las más famosas Asambleas del Sur Andino, las primeras lideradas por los equipos sociales de la Prelatura de Juli, donde Narciso siempre tenía una voz que ayudaba a la reflexión, y  también tenía propuesta, siempre para los menos atendidos y con menos posibilidades. Los otros eran liderados por el IPA, el Instituto de Pastoral Andina, donde cuatro o más jurisdicciones eclesiásticas del Sur Andino reflexionábamos a la luz el evangelio las realidades de nuestros pueblos, y en función de ello planificábamos acciones para ayudarlos con proyectos productivos, sociales y hasta legales para reivindicarlos en sus derechos y en su dignidad, y allí estaba presente el Jilata Narciso.

Hoy se ve a una Iglesia alejada de la problemática de su pueblo, exigente en la confesión, en los sagrados sacramentos, en cumplir con su diezmo, olvidando la defensa de la dignidad de su hermano, como se olvidaron del ejemplo de Jesús al defender al leproso, a la viuda, y a todos nosotros al ser crucificado. Esta Iglesia de los Opus dei, de los Sodalicio no nos ayuda a construir el reino en la tierra, al contrario ayuda a que los males estructurales se asienten porque son parte de ese poder factico que busca consolidar su status quo.

Una Iglesia defensora de su pueblo, estar siempre al lado de su pueblo era una característica fundamental de la Iglesia Sur Andina, durante las tomas de tierras, en las épocas de violencia política, durante la dictadura fujimorista, y en medio de la recuperación de la democracia, así como en medio de los conflictos sociales como el del 2004, donde tanto el Obispo hasta el último laico no sólo orábamos también actuábamos para que la paz retorne a nuestros pueblos, y así lo hicimos. Hoy se crean tantas oficinas de prevención de conflictos que el pueblo no siente que los defienda.

Los vientos de cambio que se sienten desde Vaticano, impulsados por Francisco I animan nuestra fe, alimentan nuestra esperanza de que el cambio está cerca. Los Quechuas merecen un Obispo Quechua y los Aymaras un Obispo Aymara, para que los quechuas y aymaras no estén a contracorriente con su fe, para que su fe pueda discurrir junto a su pastoral social por la dignidad y bienestar de sus pueblos.

Lo que se avanzó en 30 años de la Iglesia Sur Andina, la iglesia conservadora de los Opus dei y de los Sodalicio lograron desbaratarlo en menos de 10 años. Necesitamos una nueva Iglesia Sur Andina, que a la luz del evangelio y de la doctrina social de la Iglesia Sur Andina pueda recrearse y renacer como Iglesias propias de los quechuas y aymaras además de ser interculturales y ecuménicas.

Este texto es dedicado a la memoria de mi amigo Narciso Valencia, sacerdote aymara, nacido en Huancané (la tierra de los mata curas) un 1 de enero de 1961. Se ordenó como sacerdote en el 1989, luego estudió en Brasil y en varias ocasiones fue Coordinador de la Pastoral Juvenil, fue párroco en Moho, Ilave, Huancané y ahora último en Ollaraya. Fue Rector en el Seminario “Nuestra Señora de Guadalupe” y Vicario General en la Prelatura de Juli, además de ser parte del movimiento por la Teología Andina y uno de los principales animadores del ISAIAS. Un abrazo a la distancia.




[1]
                     Extracto de la carta de la Hna. Patricia Ryan difundida en las redes sociales.

[2]                     Sacerdote aymara y estudioso teólogo de la cultura andina.

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